Fernando Alda Fotografía

Otra ciudad es posible

Por Juan Domingo Santos

Algo ha sucedido en los últimos años que ha terminado por desestabilizar nuestra relación con la ciudad y su paisaje. Hemos vivido un tiempo del que parecía que no íbamos a despertar, un tiem…po en el que hemos asistido a un indecente despilfarro, a un despiadado abuso de poder, a un hacernos creer que todo es posible a cambio de nada, a una especulación desaforada y sin límite cuyas consecuencias estamos aún muy lejos de calibrar. Poco a poco, sin darnos apenas cuenta, nos ha ido invadiendo una oleada de mal gusto, de corrupción, que está acabando con nuestro paisaje y con la memoria de los lugares. Entornos urbanos cancerosos e interminables desprovistos de identidad, urbanizaciones terribles de adosados abandonados en mitad del campo, polígonos industriales y centros comerciales y de ocio en medio de la nada, torres de edificios y conjuntos residenciales deshabitados porque se ha construido más de lo sostenible y necesario, construcciones inexplicables fuera de escala y tamaño junto a la Vega… Hemos dilapidado el paisaje de Granada y hemos abierto la puerta a una ciudad desmedidamente fea y sin imaginación. Comprar, vender, permutar, recalificar suelos o intercambiar unidades de aprovechamiento urbanístico ha sido la forma habitual de construir nuestra ciudad, sin atender a un proyecto que pusiera de manifiesto las cualidades patrimoniales y paisajísticas del lugar. Vivimos en la era de la fealdad y del desconcierto, en la era de los convenios urbanísticos sin dinero, en la era de las falsas promesas.

¿Aprobar codiciosos proyectos urbanísticos cuyas consecuencias económicas y destructivas con el paisaje acabamos pagando todos es el modelo que debería de primar en tiempos como los que vivimos? La respuesta es no.

Estos días que una fábrica de azúcar en la vega ha vuelto a ser noticia no he podido dejar de preguntarme por qué Granada la proyectan los promotores y especuladores del suelo y no las administraciones públicas apoyadas por técnicos competentes y honrados, cuando la soberanía y la obligación de decidir el proyecto futuro de la ciudad descansa en estas últimas. Granada no merece ser construida a golpe de intereses especulativos y espurios urdidos por unos pocos. Granada merece ser construida desde el bien de sus ciudadanos. Muchas de las operaciones urbanísticas a las que asistimos ofrecen la falsa imagen de un interés colectivo cuando en realidad esconden el beneficio de unos pocos -muy pocos- y suponen un grave perjuicio para todos los ciudadanos.

¿Qué interés oculto se esconde en trasladar la céntrica estación actual de Renfe a la fábrica azucarera de San Isidro en el corazón de la Vega, a cuatro kilómetros de distancia, después de llevar años defendiendo su posición de siempre como el mejor de los sitios posibles? La propuesta para cambiar de ubicación la estación del Ave y sacarla del centro urbano es un error para el futuro desarrollo de esta ciudad. Además no es una solución más barata, no es más rápida y tampoco es viable desde ningún argumento técnico. Cabría preguntarse entonces qué intención hay tras la propuesta de situar la estación en la azucarera de San Isidro o en terrenos de su entorno próximo en La Bobadilla ¿Se busca acaso una salvaje recalificación de este recinto industrial para un hipotético uso residencial, un nuevo San Lázaro en el corazón de la Vega, un atentado más a la dignidad de esta ciudad, a su paisaje, a su historia, a sus gentes? Sea en una dirección u otra puede que estemos ante una de las mayores operaciones especulativas de los últimos años en Granada. El futuro de un lugar tan excepcional como la fábrica de San Isidro se decide a espaldas de la realidad del lugar, sin el mínimo conocimiento de su historia, su entorno, de los valores que encierra.

Llevo veinticinco años en la Torre Alcoholera de la fábrica de San Isidro. Entré en ella recién terminada la carrera de arquitecto y he convertido aquel lugar en algo más que mi estudio de trabajo. Es mi pasado, mi memoria, mi piel. He mantenido aquel sitio frente a la ruina que otros habrían querido ver. La he conservado, la he protegido, la he cuidado más de lo que me he cuidado a mi mismo. El director de cine Juan Bollaín rodó una película sobre mi vida en la fábrica titulada “Un encuentro” que narra mis experiencias en este espacio industrial. Por eso me duele tanto que los intereses de todos los propietarios que han pasado por la fábrica sean ajenos a la preservación de este patrimonio.

Las industrias abandonadas, paisajes como San Isidro, transmiten sentimientos y encierran parte de la historia de nuestra ciudad. El Ingenio de San Juan (1882), la primera fábrica de azúcar de remolacha de España, trajo modernidad y riqueza a la ciudad y constituye, junto con San Isidro (1901), un complejo industrial formado por naves e infraestructuras, patios de carboneras, silos y pasos elevados de ferrocarril, que permanecen intactas tras su cierre en 1983. El conjunto representa uno de los escasos ejemplos de arquitectura industrial que pervive aún en Andalucía. Tiene un indudable valor patrimonial y forma parte del inventario de edificios catalogados de la ciudad. La belleza de este mundo industrial no es obvia, no es fácil. Acostumbramos a hablar de los monumentos de la ciudad, de la Alhambra, de la Catedral, del Albayzín, pero dejamos de lado estos lugares que tapizan nuestra historia, lo que hoy somos, lo que seremos en un futuro.

Hace unos años se taló en la Vega un maravilloso huerto de ciruelos centenarios próximos a la fábrica de San Isidro. Su desaparición dejó una herida, un desequilibrio, un vacío. ¿Es eso lo que deseamos para lo poco digno que aún queda en la Vega? No. Yo al menos no lo deseo. Soy de los que piensa que otra ciudad es posible.

[La película “Un encuentro” puede verse en www.juandomingosantos.com]

Juan Domingo Santos
Arquitecto
Profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Granada

23 febrero, 2012 · Publicada en Arquitectura, noticias

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Ferando Alda

Fotógrafo profesional desde el año 1981, especializado en fotografía de arquitectura e infraestructuras desde 1987. Mis reportajes registran obras de gran interés y singularidad, documentando su construcción y estado final. Mi estudio desarrolla un trabajo de alta calidad en la edición de imágenes analógicas y digitales. Este material, que supera los siete mil reportajes, es consultado de forma habitual por empresas editoriales de todo el mundo, siendo publicado mensualmente en libros y revistas nacionales y extranjeros.

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